Hawtin, puntazo suprematista
14/08/2013
JOSE A SANTOS – ARTE Y CULTURA
Hawtin brindando por… Malévich?
Para mi – que no entiendo ni papa de alemán – leer la palabra Gesamtkunstwerk sin atragantarme es una tarea tan complicada como fue para su creador realizar la idea que la contiene:
Fue Richard Wagner, que andaba leyendo a Schopenhauer cuando le vino a la cabeza la ocurrencia de una obra de arte total. Unir música y arte. Juntar todas las formas artísticas en una sola obra que tuviera la capacidad de transformar nuestras vidas, de contribuir a nuestra sociedad. La reostia. La Gesamtkunstwerk.
Seguro que a Wagner le debió molar que Schopenhauer considerara la música como la expresión artística perfecta para liberar al hombre de su propia voluntad; la que nos dicta nuestros deseos de sexo, comida y seguridad. En definitiva, la música era para el filósofo alemán la mejor forma de transcendencia gracias a su carácter abstracto. Una vez asimilado Schopenhauer, el compositor favorito de Hitler se puso a escribir óperas – el mejor compendio por aquel entonces de las artes puras como la música, la poesía o la danza y las aplicadas como la pintura, la escultura o la arquitectura. Y una de estas obras que escribió Wagner era Lohengrin.
Nada más empezar a sonar la obertura de esta ópera en el teatro Bolshói de Moscú, alguien del público empezó a flipar en colores. Literalmente: en colores y formas y texturas. Lohengrin fue como LSD para un profesor de Derecho que fue esa noche a la ópera y, a partir de ese momento, empezó una vida de desenfreno pictórico. Se llamaba Wassily Kandinsky, dejó la universidad y se marchó a Múnich a aprender arte. Tenía treinta años. Se pasó el resto de su vida buscando reproducir la sensación musical en sus cuadros y acabó abriendo el camino a lo que se conoce hoy como arte abstracto.
Era la misma época en la que los bolcheviques andaban ideando un sistema democrático e igualitario basado en las ideas de Karl Marx. Los artistas de la revolución rusa también hacían lo propio en su campo: buscando un arte puro en orden con el universo y desligado de la realidad cambiante; un arte hecho para sentir. Si a los primeros el comunismo les salió rana. A los segundos, el arte no-objetivo que idearon acabó inspirando a Kraftwerk, a Mad Men, a Yves Saint Laurent, a los diseñadores de Habitat y a los de las portadas de discos para la Factory Records, y hasta a la legión de fieles del postureo made in Barcelona. A lo que hacían artistas rusos como Tatlin, Popova, Lissitzky o Malévich se le puso a veces el nombre de constructivismo, y otras el de suprematismo. Pero era y es, en definitiva, un arte abstracto.
Dale al ENTER, pero del suprematismo
Valga esta introducción a la historia de la abstracción en el arte para hablar de Richie Hawtin.
Mi curiosidad por este DJ canadiense – en el top ten de los DJ mundiales – se concentra en un solo punto: un círculo negro de tamaño cambiante que se presenta en formato estampación en camiseta, tatuaje hipster, anillo, piercing, colgante, pegatina e incluso cepillo de dientes. El círculo en cuestión es como una imagen de marca del DJ. Algo con mucha personalidad. Como la calavera de Iron Maiden. El círculo es muy importante, tanto que parece que tiene nombre: ENTER.
He de decir que he leído mucha mierda sobre qué es y qué significa pero no tengo nada en contra del señor Hawtin – que parece ser aficionado al arte. Nada en contra de que su círculo se parezca demasiado al pintado hace casi cien años por Kazimir Málevich – copiar no es malo, ya lo expliqué en otra ocasión. E incluso ninguna objeción a todo el valor simbólico que él o quién sea dé al dichoso círculo. Encontrar paralelismos en lo que hace, en lo que sucede en los clubs en los que pincha, con la idea de Gesamtkunstwerk de Wagner puede ser un ejercicio divertido. Además, qué gustazo el de poder decir de Richie Hawtin – el rey del minimal experimental, el bebedor de sake de Ibiza, el Peter Pan de la electrónica! – poder decir de él, en definitiva, que es un abstracto. O directamente:
“Señor Plastikman eres un suprematista… y no lo sabes”.
Del porno art al silbido Duquesne en 3,2,1
24/07/2013
JOSE A SANTOS – ARTE Y CULTURA
…en pantalla grande, en follorama!
Verano y 30 grados de nada. En Barcelona. Y sin salir de casa. Tengo a Andrew Bird cantando en riguroso .mp3. Así que, con las neuronas un poco fritas, un poco atontadas y muy poco engrasadas, me dispongo a dejar listo – casi puntual – este nuevo post en Kolhosp que hoy la cosa va de listas veraniegas. Tres recomendaciones básicas para este mes de Agosto:
La primera es leer un libro ENTERO (algo que, lamentablemente, hace tiempo que yo no hago). Mis candidatos: ¿Qué estás mirando? Un ensayo sobre arte moderno de Will Gompertz, que es director de arte de la BBC y estuvo dirigiendo la Tate Gallery durante un tiempo; y Cine Azul, de Terry Southern.
El primero es un ensayo divulgativo que recorre los últimos 150 años de arte. Lo he empezado y es ameno, entretenido y de fácil lectura: perfecto para terrazas, playas y piscinas. El segundo es una novela que tengo desde hace años susurrando “agárrame” desde la librería de casa. A su autor – escritor vividor, periodista, beatnik, guionista de cine e incluso portada del Sgt. Pepper de los Beatles – le debe quedar un telediario para ser rescatado por alguna editorial de modernos que lo coloque en la estanteria hipster. Mi Cine Azul, es una edición mexicana del libro Blue Movie de Southern que Valdemar acaba de reeditar en España pero con el título de Una peli porno. Dos títulos en español para esta novela satírica sobre el arte y la pornografía que dedicó Terry a su amigo Stanley Kubrick – con el que unos años antes habian transformado un libro trágico y sesudo sobre la guerra fría en el cachondo y ácido ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú.
La segunda cosa de esta lista de obligaciones culturales veraniegas es rescatar una película. En mi caso Dead Man: el western de Jim Jarmusch en el que Jonnhy Deep vagaba por el oeste acompañado por un indio y con una bala en su corazón. Volver a la película cada agosto se ha convertido en una hermosa tradición para mi y cada verano cae si o si una noche de auténtico home cinema. Os invito a hacerlo. No es obligatorio que sea Dead Man la película que se vea año tras año. Cada persona o tiene la suya o puede tener la suya. ¿Cuál eligiríais?
¿Y ir al cine? Bueno. Hay aire acondicionado. Yo tengo pendiente ver Antes del anochecer en pantalla grande – porque antes hubieron un verano Antes del amanecer y un verano Antes del atardecer. El tema se remonta a 1995. Por lo que, por muy mierda que pueda ser el tercer invento de Linklater, Delpy y Hawke, esto es una tradición tan respetable como el pantumaca.
Tercera: levantarse cada día con un tema – diferente – de Bob Dylan. ¿Por qué? Porque lleva desde los años 60 del siglo pasado componiendo y desde 1988 de gira. Y no es nada repetitivo: es muy diferente levantarse con un Idiot Wind, un I Want You, un Mr Tambourine Man o un Girl From The North Country. Haced la prueba durante 30 días. Se puede empezar por lo último.
Follarse una idea
22/05/2013
JOSE A SANTOS – ARTE Y CULTURA
el arte en una habitación de hotel
Hace unos días me invitaron a dar una clase en la facultad de Bellas Artes. Hablaría sobre la ley de propiedad intelectual española y sobre los derechos de autor en el arte. Estas cosas – hablar en público – me imponen respeto y siempre acabo pensando que me meteré en un berenjenal intentando explicar esto o aquello y la audiencia se parará y gritará al unísono ‘meabuuuurro’. No ha sucedido nunca – vamos, no todavía.
Me preparo las intervenciones como ésta en Bellas Artes. E intento colocar algunas anécdotas o curiosidades que hagan más atractivo el contenido; porque no pretendo que sea una clase magistral de derecho y legislación: más bien busco que acabe siendo un diálogo abierto sobre qué es el arte y dónde está su límite – ¿ambicioso? Si, bastante.
El caso – y esto sí que sucede – es que las pretendidas anécdotas me suelen acabar pareciendo pongos de mi discurso cuando las explico. Entonces experimento esos segundos de pánico a que surja el ‘meabuuuurro’.
En Bellas Artes sucedió que me animé demasiado y acabé jaleando a los estudiantes a copiar. A copiar ¡Copiad! ¡¡A copiar!! Si de verdad querían crear como artistas… que copiasen. Los ejemplos de obras de artistas apropiacionistas que les traje para ilustrar la clase – y aquí podría decir: “los ejemplos de pongos de artistas apropiacionistas que le traje para ilustrar la clase” no tuvieron el efecto que esperaba. Y salí de clase con cierto ánimo de frustración: creo que más que copiar los estudiantes se preocupaban por que no les copien. Esto no va así.
Partamos de que no hay ninguna idea original. Que las ideas son universales. Que se comparten y se transmiten entre generaciones, entre personas, entre culturas. Por eso, la ley de propiedad intelectual no defenderá jamás nuestras ideas de la copia: una idea no es una obra de arte – aunque la obra de arte contiene una idea.
Se le pide a una obra de arte que sea original para que su autor pueda reclamar su derecho sobre ella. Pero se le pide a la obra, no a la idea que contiene. Esto último sería absurdo.
¡Ah, la originalidad! Qué fantástica. Que se lo digan a Los Ramones, hartos de copiarse maravillosamente bien a sí mismos durante décadas. A Led Zeppelin. O a los Rolling Stones – que se las traen copiando, fusilando y hasta cobrando royalties por temas que no son suyos.
Copiar no es malo. La humanidad lo lleva haciendo desde siempre ¿O acaso no nos reproducimos? Pues si lo hacemos nosotros para bien o para mal. Hagámoslo con nuestras ideas sin complejos: reproduzcámoslas. Pero para bien.